Desde el santuario del mar

Hoy me siento frente al mar, en un rincón virgen donde la arena aún guarda secretos de siglos y los delfines dibujan sonrisas en el horizonte. El aire huele a sal y libertad; las olas entonan un canto antiguo acompañado de los pájaros y las risas lejanas de unos niños que corretean sin tiempo ni espacio. En esta quietud cargada de melodías, reflexiono sobre el verdadero sentido de la existencia. Durante años lo busqué afuera: en libros, en voces ajenas, en cursos, en cada palabra que pudiera iluminarme. Y sin embargo… la respuesta siempre estuvo dentro de mí.

La vida se rige por códigos sagrados invisibles a los ojos distraídos, pero visibles para quien sabe mirar. Códigos que hablan de evolución, de amor, de aprendizaje y madurez. Códigos que nos invitan a abrazar luces y sombras, a recordar lo genuinos que somos cuando dejamos de perseguir validaciones externas. Esos códigos son los mismos que rigen la escritura para sanar. La página en blanco es como esta orilla: recibe todo lo que dejamos ir y devuelve lo que realmente somos. Cuando escribimos desde el alma, nos alineamos con la misma fuerza que mueve las olas, con el pulso secreto que sostiene la creación.

Cuando eres capaz de escuchar lo que antes solo oías… cuando rozas de verdad lo que antes apenas tocabas… cuando saboreas cada bocado como un acto sagrado… entonces comprendes. Comprendes que el sentido no está en llegar, sino en estar. No está en acumular, sino en ser.

Desde aquí, desde este santuario infinito y azul, confirmo que vivir es un arte… y escribir, un camino para volver a casa.

Con amor profundo: Yirka Gonzalez