El ayuno como regreso al origen
- yirka9905
- 30 sept
- 2 Min. de lectura

Estoy sumergida en un ayuno profundo de 72 horas y siento cómo cada célula de mi cuerpo se estremece, limpiándose y renovándose. Mientras bebo agua y algún té suave (sin azucares), mientras dejo que algún suave caldo de huesos me abrace como un bálsamo, noto que no sólo mi cuerpo está en ayuno: también mi mente. Me alejo de imágenes perturbadoras, de palabras vacías y me acerco al silencio, a la contemplación, a la quietud.
En este proceso se abren puertas invisibles. Comprendo cosas del pasado, perdono a quienes me hirieron y me miro con ternura. El perdón se revela como la llave más poderosa para liberar el alma; al perdonar se abre un caudal de amor, empatía y compasión. Cada respiración se vuelve más consciente; cada pensamiento, más claro.
Hoy, mientras el aire otoñal acaricia mi rostro, siento que mi espíritu se expande. Sé que hay un solo Dios, un sólo principio, un sólo poder, aunque tenga muchos nombres. Yo lo llamo Dios, lo llamo Jehová. Otros lo llaman Alá, Yahvé, Brahma… Es el mismo Creador, mi Padre. En este retiro silencioso le pido discernimiento, fuerza y claridad para seguir mi camino.
Mi cuerpo se afina. Mi mente se pacifica. Mi corazón se abre. Este ayuno no es renuncia; es un regreso al origen. Escribo desde el silencio, porque en el silencio la palabra se hace más pura y mi propósito más nítido.
Que cada sorbo de agua, cada instante sin ruido, sea también un acto de gratitud y de fe. Porque en esta pausa consciente descubro que no estoy vacía: estoy llena de vida, de amor y de la Presencia Divina que me guía.
Con profundo amor: Yirka Gonzalez







Comentarios